Autor: marfossatti

  • Cinismo tecnológico

    Cinismo tecnológico

    Snowden contra el tecno-cinismo
    Snowden contra el tecno-cinismo: «Argumentar que no te importa el derecho a la privacidad porque no tenés nada que ocultar,  no es diferente de decir que no te importa la libertad de expresión porque  no tenés nada que decir».

    Cuando hablamos de actitudes políticas frente a las nuevas tecnologías, se suele ubicar a la gente entre dos polos: el tecno-optimismo (los «integrados») y el tecno-pesimismo («los apocalípticos»).

    Un ejemplo de estos últimos lo encontramos en el apocalíptico Umberto Eco. Al leer sus entrevistas recientes, una se pregunta cómo alguien tan brillante, con herramientas críticas tan desarrolladas, puede caer en análisis tan determinados por su miedo. Miedo a que las nuevas voces que aparecen en la red extingan la voz (autoritaria) de una élite intelectual «autorizada» a saber y hablar.

    Ejemplos de tecno-optimismo se ven todos los días entre los gurús tecnológicos de moda, en incontables charlas TED, en la retórica startupera made in Silicon Valley derramada por todos lados, pregonando inteligencia en todo, desde los teléfonos y los relojes, a ciudades enteras. Por supuesto, cualquier cambio social lo explica la tecnología, y es así que la revolución la haremos en Twitter, o no la haremos.

    Me caen mejor los tecno-agnósticos, como se autodenomina Evgeny Morozov, capaces de ejercer una crítica seria y sensata frente a los tecno-optimistas. Pero no una crítica conservadora y por lo tanto inmovilizante, como la del apocalíptico. Por el contrario, este tipo de crítica sirve como base a la tarea de los tecno-activistas, como los describe Cory Doctorow: gente que lucha para que la tecnología sirva al bien común.

    Cory Doctorow. Foto: eldiario.es bajo licencia CC-BY-SA
    Cory Doctorow. Foto: eldiario.es bajo licencia CC-BY-SA

    Creo que el término tecno-optimista o tecno-utópico lo usa gente determinista. Yo no lo soy. No me interesa pensar en qué es buena la tecnología, sino en cómo podemos intervenir nosotros para mejorar su uso: si eres pesimista y piensas que la tecnología nos restará libertad, deberíamos levantarnos cada mañana y hacer algo para prevenirlo… Y si eres optimista y piensas que la tecnología va a hacer el mundo mejor, levántate también y haz que sea así. El determinismo es vago. Suicídate si piensas que no podemos cambiar cómo usamos la tecnología actualmente. Yo soy un tecno-activista, sea pesimista o optimista. Cory Doctorow, en entrevista con eldiario.es.

    Pero el tecno-activista se las ha de ver con una nueva corriente de opinión: la del tecno-cínico, alguien muy distinto al tecno-pesimista, y mucho más complejo.

    El tecno-cínico no va a negar el enorme peso de los monopolios corporativos sobre la tecnología y el conocimiento, ni se va a animar a decir que la demostrada vigilancia global de las comunicaciones es un mito, ni va a hacerse el desentendido cuando se le explica cómo los algoritmos se meten en lo más profundo de nuestras vidas individuales y colectivas sin que lleguemos a percibirlo. Simplemente va a decir que lo que le importa es la mejor tecnología al mejor precio, que la privacidad ya no le interesa a nadie, y que los algoritmos hace tiempo vienen moldéandolo todo y recién ahora nos avivamos… ¡qué giles! El tecno-cínico sabe lo que todos sabemos y mucho más, y por eso nos puede decir, con conocimiento de causa, que todo está perdido y que entonces nos relajemos y disfrutemos, porque no nos queda nada más para hacer.

    Cuando cuestionamos un acuerdo anunciado por ANEP (el organismo que rige la educación pública en Uruguay) entre Google (uno de los mayores monopolios tecnológicos del mundo) y el Plan Ceibal para dar «gratis» herramientas de Google a docentes y alumnos de todo el sistema, el cínico tecnológico nos va a tratar, una vez más, de giles. Así es: cuando el tecno-cínico te habla, se está burlando de tu inteligencia y va a tratar de ubicarte en una o más de las siguientes categorías (que tomo y reformulo a partir de este post de Jorge): tecno-ingenuo, tecno-hipócrita y tecno-extremista.

    Será etiquetado como tecno-ingenuo quien no se da cuenta de que un país como el nuestro -el pequeño Uruguay- es incapaz de desarrollar servicios tecnológicos «a la altura» de las excelentes herramientas de Google1. Es más, ni siquiera tenemos por acá la capacidad de explorar y elegir entre esas y otras herramientas, tanto nativas como foráneas. También somos tecno-ingenuos por pretender que se puede hacer algo por fuera de «la nube» (ay, cómo le encanta al tecno-cínico decir «la nube» en vez de la web o Internet, palabras tan pasadas de moda). Pero si le decimos al tecno-cínico que preferiríamos tecnologías P2P y software libre, nos pasará a la segunda categoría o segundo círculo de este tecno-infierno del Dante: la de los tecno-hipócritas.

    No existe la nube. Vía: http://colegota.fotolibre.net/2014/12/28/no-existe-la-nube/
    No existe la nube. Vía: http://colegota.fotolibre.net/2014/12/28/no-existe-la-nube/

    Porque claro, usamos Gmail y Google Drive. Amamos sus interfaces luminosas y la fluidez con que responden (cuando tenemos buena conexión). Nos acostumbramos a no recibir spam (y perdernos algunos mensajes importantes también) y a que no se nos «llene la casilla» (hasta que se llena, y entonces, previo pago, podemos agrandarla). Nos encanta que Google prediga rápidamente a quién le queremos escribir un correo o compartir un documento (¿cómo hará para «adivinar»?). Nos fascina tanto, que nos olvidamos que para ofrecernos publicidad «contextualizada» Google lee literalmente nuestra correspondencia privada. Al tecno-cínico, que promulga a los cuatro vientos que no le importa la privacidad, le resulta muy fácil decir que somos hipócritas por usar todas estas fantásticas herramientas, mientras nos quejamos de ellas.

    Pero yo le digo al ciber-cínico que aunque ya le entregué mi sociabilidad a Facebook, nadie me obliga a hacer lo mismo en Google+ (plataforma de red social estupenda, que por cierto no usa nadie), que un asistente personal tan eficaz como Google Now me pone demasiado nerviosa como para instalarlo en mi celular a pesar de las constantes intimaciones a que lo haga, y que ya me cansé de que me personalicen las búsquedas según unos patrones que la gran G considera pertinentes y que yo desconozco (y por eso uso otro buscador). Ah, bue… ¡me estoy convirtiendo en una tecno-extremista!

    Porque de hecho, hace cuatro años que me pasé enteramente a Linux Mint (que como no es Debian, el tecno-cínico me manda de nuevo al círculo de los tecno-hipócritas). Porque cuando participo en un colectivo, trato de convencer a mis compañeros de que usemos las tecnologías más soberanas que tengamos a nuestro alcance. Porque a mis clientes les recomiendo herramientas libres que andan bien, como Moodle y WordPress, que en gran parte son las que me permiten trabajar y tener de qué comer. Porque sigo explorando otras herramientas que respeten mis derechos hasta que logre apropiármelas y aprender a usarlas. Sí, soy una tecno-extremista, casi una ludita que pretende mantener a mi país y a sus niños en el oscurantismo y el atraso.

    Ha habido muchas personas participando en este debate de buena fe, opinando favorablemente al acuerdo Google-Ceibal con argumentos, sin caer en actitudes cínicas. Pero el tecno-cínico no dudará en juzgar cualquier voz crítica como tecno-ingenua, tecno-hipócrita o tecno-extremista, según le convenga, para quedar bien frente al auditorio. De esta manera, no logra otra cosa que hacer propaganda a favor de la postura más cómoda y más dañina: la indiferencia. Me denunciará a mí, y a los más de 200 profesionales de la educación y la tecnología que firmamos esta declaración, de querer desacreditar al Plan Ceibal y frenar sus avances, o simplemente nos acusará de picapiedras.

    Le responderemos que, si estamos tan enojadas y enojados, es porque el Plan Ceibal nos sigue pareciendo una política pública que queremos y debemos defender. Porque fue una idea brillante que se hizo realidad y casi nos volvemos todos tecno-optimistas devotos ni bien escuchamos hablar de que cada gurí tenía que tener su propia compu para ir a la escuela. Y porque no somos ni tecno-pesimistas ni tecno-cínicos. Somos tecno-activistas con la cuota justa de tecno-agnosticismo, y creemos que el futuro está abierto y en disputa.



    1. Pero fíjense en la tecnoingenuidad del tecno-cínico al creer que es «gratis» para el país usar Google For Education en el Plan Ceibal. En los últimos años, Uruguay ha hecho una inversión sin precedente en telecomunicaciones, entre el cable submarino Maldonado – Las Toninas y la extensión de la fibra óptica por el territorio. Es esta infraestructura la que permite que nos conectemos con comodidad a la poderosa «nube» de Google y la que brinda una mejor conectividad a las computadoras del Plan Ceibal para hacerlo (recordemos que las primeras ceibalitas estaban pensadas para ser usadas incluso con escasa conectividad, al tener las aplicaciones educativas instaladas y la posibilidad de trabajar colaborativamente en el aula mediante una red mesh). Es decir que, en resumidas cuentas, pasar a la gran nube de Google, fue algo que sí requirió inversión pública. aunque previa. 
  • A la opinión pública, sobre acuerdo ANEP-Ceibal con Google

    google

    Como docentes, investigadores y profesionales dedicados a la Educación y la Tecnología, ciudadanas y ciudadanos uruguayos, queremos manifestar públicamente nuestra preocupación sobre el acuerdo promovido desde el Plan Ceibal y la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) que posibilitaría el uso de sistemas de comunicación y almacenamiento ofrecidos por la empresa Google a estudiantes y docentes del Sistema Educativo Uruguayo, tanto público como privado.

    A través de este acuerdo, la ANEP y Ceibal promueven que la información personal que se genera en el uso de estas herramientas por parte de profesores, estudiantes, jóvenes y niños, quede almacenada en servidores que están fuera del Uruguay y en la órbita legal de los EEUU, fuera de la Jurisdicción Nacional y de la competencia de nuestros jueces.

    La revelación de la vigilancia generalizada en Internet llevó al estado uruguayo a asegurarse que la Administración Pública utilice únicamente recursos informáticos soberanos, situados en el territorio nacional. Así como el decreto 92/014 considera las comunicaciones del Estado central dignas de protección, nosotros consideramos que los mismos derechos deberían ser extendidos, por parte de las autoridades de toda la Educación Pública, a quienes estudian y trabajan en ella.

    Hasta el momento no existe información clara, ofrecida institucionalmente a la ciudadanía, respecto a:
    1- cómo se tomó la decisión;
    2- qué políticas educativas y tecnológicas justifican esta decisión;
    3- quiénes participaron de la toma de decisión;
    4- en qué órganos de gobierno fue refrendado;
    5- cuáles son los alcances del acuerdo;
    6- cuáles son las etapas y compromisos que involucra a corto y mediano plazo, desde el punto de vista institucional, pedagógico, económico y tecnológico;
    7- cuáles son las políticas respecto a la privacidad de los datos personales, y en particular de los datos sensibles, que se han tomado para preservar la integridad de los usuarios.

    La falta de claridad en cuanto a los fundamentos pedagógicos de la decisión genera serias dudas respecto a los supuestos beneficios que el uso del sistema de comunicación y almacenamiento de Google aportará al Sistema Educativo.

    Estos beneficios no son evidentes en lo que respecta a lo estrictamente educativo. Según declaraciones del Presidente de ANEP, Prof. Wilson Netto, con esta iniciativa se “están explorando nuevas formas de construir aprendizajes”, haciendo hincapié en que los servicios contratados no tendrán costo para el Estado ni para los usuarios (1). No parece sin embargo bien fundamentado el uso de las herramientas de correo y almacenamiento en nube de Google como tecnologías educativas, ya que de por sí no lo son.

    Por otra parte, de acuerdo a la noticia compartida en la página del Plan Ceibal, el acuerdo incluiría también el acceso a contenidos educativos de la tienda on-line Google Play for Education (2). Las aplicaciones educativas de dicha tienda de Google sólo pueden ser instaladas en dispositivos comercializados o autorizados por Google (3). ¿Cómo se podrá acceder a los contenidos de Google Play for Education desde los dispositivos que Ceibal ha distribuido hasta ahora?

    Los beneficios para el país no quedan claros, pero sí pueden identificarse los beneficios que este acuerdo le aporta a la estrategia comercial de Google. Es conocido que el modelo de negocio de Google se basa en la entrega de servicios gratuitos a cambio de datos que serán usados para generar perfiles de usuario de forma automatizada y, en base a cada perfil, ofrecer publicidad de diferentes formas.

    Google ha enfrentado en los últimos años numerosas demandas en los Estados Unidos por violación de leyes federales (Family Educational Rights and Privacy Act, FERPA) que involucran la privacidad de los estudiantes usuarios de la plataforma Google Apps for Education. En particular se constató que la mencionada empresa procesaba los correos electrónicos de los estudiantes, para luego ofrecerles publicidad personalizada (4), pese a que esta funcionalidad estaba deshabilitada en la mencionada plataforma.

    Eric Schmidt, presidente de Google, declaraba: «Si haces algo que no quieres que nadie sepa, quizás ante todo no tendrías que estarlo haciendo» (5), equiparando así el ejercicio de la privacidad con una presunción de culpabilidad. Nos parece importante romper con la lógica de lo impuesto, de que la privacidad no es un bien, del “yo no tengo nada que esconder”. Es deber del Estado no sólo defender este valor, sino también educar en las consecuencias del uso de las tecnologías. El Presidente del Plan Ceibal, Ing. Miguel Brechner, ha manifestado públicamente su desconocimiento respecto al uso que Google hará de todos los datos que generen los usuarios y de cuáles serán las garantías que esta empresa brindará al cúmulo de datos personales de nuestros estudiantes y docentes (6). Hacemos particular énfasis en lo preocupante de estas declaraciones, provenientes de un jerarca del gobierno y referente en temas tecnológicos.

    El Ing. Brechner argumenta que la adopción de las herramientas de Google será un acto voluntario de los usuarios (7), y con este argumento parece eximir de responsabilidad institucional en los alcances de este acuerdo al Plan Ceibal y a la ANEP. Aunque desconocemos los términos y condiciones negociados en este caso particular, sabemos que la forma de operar usual de Google consiste en que cada usuario deba aceptar un contrato de adhesión, que Google se reserva el derecho de modificar, y que no es negociable. Esto dejaría a los usuarios a merced de las condiciones que imponga la empresa, y a Ceibal y ANEP en el rol de simple intermediario técnico.

    Resulta evidente que no es lo mismo el uso individual de las herramientas de Google que su impulso a nivel institucional y estatal. En este caso estamos ante un acuerdo que propicia el uso de las herramientas de Google en el sistema educativo de todo un país. Pretender que el uso o no del servicio, la aceptación o no de las condiciones del mismo, es un acto voluntario del niño o de sus padres es una falacia y una renuncia del Estado a asumir sus responsabilidades respecto a las herramientas que promociona, en particular en términos de autodeterminación informativa y, por ende, de garantías a los ciudadanos.

    En lugar de destinar recursos para impulsar el desarrollo local de un sistema contextualizado a las reales necesidades de nuestra educación -definidas por expertos en pedagogía- con almacenamiento de los datos en territorio uruguayo y bajo la protección de las leyes de nuestro país, preservando la privacidad de los usuarios, se opta por una solución engañosamente rápida y gratuita en términos monetarios, que tiene como resultado la cesión de los datos de los usuarios a una empresa multinacional. Nos preguntamos, por lo tanto, si existen en realidad políticas definidas en términos de educación y soberanía tecnológica.

    Desde el Plan Ceibal las cuestiones de selección de herramientas tecnológicas se ha tratado desde una visión pretendidamente “neutra”, sin embargo, la tecnología no es neutra; implica una elección de principios y tiene consecuencias que van más allá de su funcionalidad o gratuidad. Creemos que llegó la hora de pensar el tema desde una concepción de políticas institucionales de Estado o, cuando menos, a nivel de la Educación Pública, con énfasis en educación y soberanía tecnológica y el cuidado de los datos.

    Mientras tanto, resulta imprescindible que exista una discusión pública sobre las siguientes preguntas: ¿Se ha estudiado la posibilidad de utilizar, extender o construir una plataforma nacional o regional que provea servicios similares? ¿La ANEP tendrá control sobre el uso de los contenidos y datos alojados en la plataforma de Google Apps for Education?, ¿Cuáles son los beneficios que el uso de los servicios de Google aportarán al Sistema Educativo? ¿Es posible auditar a Google? ¿Existe riesgo de que este acuerdo derive en que las políticas tecnológicas de nuestro Sistema Educativo se hagan dependientes de Google, desde las herramientas de comunicación hasta las aplicaciones educativas y las laptops? ¿Qué políticas de inclusión de tecnología en educación queremos implementar a nivel país? ¿Quién debe decidir estas cuestiones?

    Dejamos planteadas todas estas preguntas, esperamos que se reconsidere la decisión tomada y solicitamos que se habilite una instancia de discusión del tema a nivel institucional y ciudadano.

    Lorena Etcheverry (Docente, Facultad de Ingeniería – UdelaR)
    Virginia Rodés (ProEVA, Comisión Sectorial de Enseñanza – UdelaR)
    Patricia Díaz (Docente, Facultad de Ingeniería – UdelaR)
    Mariana Fossatti (Docente, Centro Cultural Ártica)
    Jorge Gemetto (Docente, Centro Cultural Ártica)
    Gustavo Garcia Lutz (Investigador Independiente, Abrelibros.org)
    Daniel Viñar Ulriksen (Comisión Sectorial de Investigación Científica – UdelaR)
    Juan Pablo García (Facultad de Ingeniería – UdelaR)
    Diego Pons (CSIC-UI – UdelaR)
    Christian Rodriguez Piemonte (Facultad de Psicologia – UdelaR)
    Enrique Amestoy Bassi (Comisión Sectorial de Investigación Científica – UdelaR)
    Rodrigo Barbano (Creative Commons Uruguay)
    Ada Czerwonogora (Facultad de Enfermería – CURE – UdelaR)
    Alén Pérez Casas (Facultad de Ciencias Sociales – UdelaR)
    Jorge Suárez (Facultad de Psicología – UdelaR)
    Luis Alonzo Fulchi (Comisión Sectorial de Enseñanza)
    Eduardo Grampín Castro (Facultad de Ingeniería – UdelaR)
    Mario Madera (Egresado Facultad de Ingeniería – UdelaR)
    Gregory Randall (Profesor, Facultad de IngenierÍa – UdelaR)
    Fernando Carpani (Docente, Facultad de Ingeniería – UdelaR)
    Sylvia da Rosa (Facultad de Ingeniería – UdelaR)
    Juan Diego Campo (Facultad de Ingeniería – UdelaR)
    Gustavo Villa (Desarrollador – Investigador Independiente)
    Matías Jackson (Abogado – Investigador Independiente)
    Victor Viana Céspedes (Regional Noreste – UdelaR)
    Rodrigo Fereira (Regional Noreste – UdelaR)
    Danilo da Rosa (Comisión Coordinadora del Interior – UdelaR)
    Ignacio Irigaray (Facultad de Ingeniería – UdelaR )
    Gustavo Piñeiro (Facultad de Ciencias – UdelaR)
    Elena Saccone (Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación – UdelaR)
    Fernando Uval (DATA)
    Natalia Correa (Docente, UdelaR)
    Alejandro Nader (Docente, Investigador, Facultad de Arquitectura. Intendencia de Montevideo)
    Alvaro Rettich (CESoL, Ingeniero en Computación en Intendencia de Montevideo)
    Tomás Laurenzo (Prof. Adjunto, Facultad de Ingeniería, UDELAR)
    María Luisa Tosi Zás (Docente de Informática Jurídica F.Der. UdelaR – a título personal-
    Aiala Rosá (Instituto de Computación – Facultad de Ingeniería – UdelaR)
    Marco Scalone (Centro de Estudios de Software Libre, Intendencia de Montevideo)
    Pablo García (CURE – UdelaR)
    Alberto Finozzi (CURE – UdelaR)
    Analía Gorgal (Egresada Facultad de Ingeniería – UdelaR)
    Santiago Castro (Instituto de Computación – Facultad de Ingeniería – UdelaR)
    Federico Lecumberry (Facultad de Ingeniería, UdelaR)
    Sebastián Santana
    Carlos Dárdano (Gerente, División Informática, Instituto Nacional de Colonización)
    Nicolás Conde (Obras Sanitarias del Estado).
    Ismael Castagnet (CESoL)
    Fernando Rey (Egresado Facultad de Ingeniería – UdelaR)
    Martin Llofriu (Facultad de Ingeniería – UdelaR)
    Leonardo Trujillo (Docente CES y CETP, CESoL)
    Martin Randall (Estudiante, Federacion de Estudiantes Universitarios del Uruguay)
    Javier Baliosian (Docente, Facultad de Ingeniería – UdelaR)
    Pablo Ezzatti (Docente, Facultad de Ingeniería – UdelaR)
    Regina Motz (Docente, Facultad de Ingeniería – UdelaR)
    Gabriel Laborda (La Hora Verde, UniRadio)
    Danilo Espino (Docente, Facultad de Ingeniería – UdelaR)
    Federico Andrade (Docente, Facultad de Ingenieria – UdelaR)
    Fernando Fernández (Docente, Facultad de Ingenieria – UdelaR)
    Hermann Steffen (Profesor, Facultad de Ingeniería – UdelaR)
    Daniel Calegari (Docente, Facultad de Ingeniería, UdelaR)
    William Juan Mariño Brandon (Periodista)
    Soledad Cavada (Docente de Informatica, ANEP)
    Federico Rodriguez Teja (Instituto de Computación – Facultad de Ingeniería – UdelaR)
    Nicolás Rivero (Docente, Facultad de Ingeniería, UdelaR)
    Ignacio Ramirez (Docente, Facultad de Ingeniería, UdelaR)
    Alejandro Gutierrez Tovagliare (Docente, Facultad de Ingeniería, UdelaR)
    Ernesto Dufrechou (Docente, Facultad de Ingeniería, UdelaR)
    Mauricio Sosa Giri
    Marcos Viera (Docente, Facultad de Ingeniería, UdelaR)
    Carlos Luna (Docente, Facultad de Ingeniería, UdelaR)
    Silvia Fandiño (Ingeniera en Informática)
    Gabriel Lopez (Docente, Facultad de Ingeniería, UdelaR)
    Alberto Pardo (Docente, Facultad de Ingeniería, UdelaR)
    Omar Viera (Docente, Facultad de Ingeniería, UdelaR)
    Juan Magrini (Facultad de Ingeniería – UdelaR)
    Felix Nicolas Rivero (Egresado, Ing. Ind. Plan 1947, Facultad de Ingeniería, UdelaR)
    María Elena Rodriguez Petrocelli (Ingeniera Industrial UdelaR, Ex. Docente de la Facultad de Ingeniería UdelaR. Licenciada en Artes, Artes Plásticas y Visuales UdelaR)
    Federico La Rocca (Docente, Facultad de Ingeniería, UdelaR)
    Pablo Monzón (Docente, Facultad de Ingeniería, UdelaR)
    Pedro Piñeyro (Docente, Facultad de Ingeniería – UdelaR)
    Rodrigo Dearmas (Facultad de Ingenieria – UdelaR)
    Gabriela Dobal (Maestra)
    Javier Rodriguez (Facultad de Ingenieria, Udelar)
    Gabriel Eirea (Facultad de Ingeniería, UdelaR)
    Ismael Luceno
    Horacio López Barrios (Gaetana Commons)
    Juan Carlos Siri Chapuis (Arquitecto)
    Marcelo Rocío Robatto (BROU)
    Alexis Capobianco Vieyto (Docente de Filosofía, ANEP)
    Ricardo Fritsch (Associação Software Livre.Org
    Integra a RISoL – Rede Internacional de Software Livre – www.risol.org)
    Jose Miguel Barone (CESoL, Ing Comp, Intendencia Montevideo)
    Mayra Ramos (Ingeniera en Computación, Intendencia de Montevideo)
    Virginia Ros (Ingeniera en Computación, Intendencia de Montevideo)
    Victoria Agazzi (Ingeniera en geomática – UPV)
    Soledad González Baica (Politóloga)
    Claudina Rattaro (Docente, Facultad de Ingeniería, UdelaR)
    Carlos Testuri (Docente, Facultad de Ingeniería, UdelaR)
    Gabriel Gomez Sena (Docente, Facultad de Ingeniería, UdelaR)
    Facundo Benavides (Docente, Facultad de Ingeniería, UdelaR)
    Guillermo Calderon (Docente, Facultad de Ingeniería, UdelaR)
    Alejandro Gutiérrez Arce (Docente, Facultad de Ingeniería – UdelaR)
    Franco Robledo (Docente, Facultad de Ingeniería – UdelaR)
    Italo Bove (Docente, Facultad de Ingeniería – UdelaR)
    Adriana Marotta (Docente, Facultad de Ingeniería – UdelaR)
    Gabriel Delacoste (Docente, Facultad de Ciencias Sociales, UdelaR)
    Cecilia Apa (Docente, Facultad de Ingeniería, UdelaR)
    Sebastián Pizard (Docente, Facultad de Ingeniería, UdelaR)
    Hebenor Bermudez (Docente, Facultad de Ingeniería, UdelaR )
    Sandra Kahan (Docente, Facultad de Ingeniería, UdelaR )
    Mónica Martinez (Docente, Facultad de Ingeniería, UdelaR )
    DATA (Uruguay)
    CESoL
    Derecho a la Cultura

    CITAS:
    (1) http://www.presidencia.gub.uy/…/anep-plan-ceibal-acuerdo-ap…
    (2) http://www.ceibal.edu.uy/…/Lanzamiento-Google-Apps-for-Educ…
    (3) https://www.google.com/edu/products/devices/
    (4) http://safegov.org/…/google-admits-data-mining-student-emai…
    (5) Citado por https://aralbalkan.com/, 21’30» en el video «The Camera Panopticon»
    (6) https://twitter.com/mbrechner/status/602572219923959808
    (7) Miguel Brechner (presidente del Plan Ceibal): “Es muy importante que no haya obstáculos para el uso de la tecnología”. En Perspectiva, mayo 25, 2015. http://www.enperspectiva.net/…/miguel-brechner-presidente-…/

  • Otras formas de vivir el amor (para no morir)

    Es absolutamente cierto, sin que quepa la mejor duda, que las cifras de feminicidios que se suceden año a año tienen que ver con el incumplimiento de protocolos frente a denuncias de violencia de género, omisiones de la policía y de operadores jurídicos y escasez o lejanía de servicios de atención a las mujeres que podrían evitar sus muertes. Sin dudas es urgente fortalecer y articular todo el andamiaje de protección, justicia y contención social necesario para enfrentar la pandemia de violencia machista y poder decir que no habrá ni una menos.

    También es totalmente cierto que la prohibición del aborto en los países en que sigue siendo un acto clandestino, constituye un feminicidio de Estado. Es necesaria la legalización del aborto para prevenir efectivamente una de las principales causas evitables de muerte materna.

    Pero en este post me gustaría referirme a ciertos cambios culturales que pueden significar una poderosa fuente de protección frente a la violencia hacia las mujeres.

    Cada vez me convenzo más de que hace falta un cambio profundo en las relaciones de pareja y de que cuanto más nos alejamos de la monogamia heterosexual obligatoria y del paradigma del amor romántico, más protegidas estaremos las mujeres.

    En la cultura occidental contemporánea, tras la revolución sexual comenzó a sustituirse la monogamia estricta que promulgaba una pareja para toda la vida, por la llamada monogamia seriada. En general, hombres y mujeres nos embarcamos en una serie sucesiva de relaciones amorosas exclusivas, ya sean homosexuales o heterosexuales, pero que duran un tiempo, tras el cual se pueden disolver por decisión de uno o los dos miembros de la pareja, sin que esto signifique algo anormal, trágico, ni mucho menos. Después de una ruptura pasamos por un tiempo de soltería y a continuación aspiramos nuevamente a encontrar otra pareja bajo condiciones similares.

    Esta fue una evolución muy positiva del modelo de vínculo afectivo-sexual, y aunque todavía mucha gente se queja de que hay demasiados divorcios, es de celebrar que hoy en día las relaciones de pareja puedan simplemente terminar cuando ya no satisfacen a las dos personas. Y más aún, es necesario que puedan finalizar cuando esas relacionas son dañinas para alguna de esas personas. Sin embargo, cada año son muchas, demasiadas, las mujeres que no pueden cortar con vínculos dañinos o seguir sus vidas después de un vínculo que ya no querían, por resultar muertas en manos de sus parejas o ex-parejas. Algunas de estas mujeres ni siquiera estaban en tales vínculos, sino que fueron llevadas a la muerte por desconocidos que no aceptaron un «no» como respuesta.

    Aunque este desenlace haya sucedido por errores en todos los dispositivos sociales y estatales que debían estar disponibles para evitarlo, hay algo anterior, que promueve modelos de relación posesivos, asfixiantes y al final de todo, mortales. Y este tipo de relaciones comienzan como vínculos afectivos aparentemente «normales», como los de cualquier relación monógama. Porque, ¿quién entraría en una relación que desde el principio se manifiesta con violencias y maltratos?

    Existe una diversidad de formas alternativas a la monogamia convencional que se vienen proponiendo, teorizando y practicando desde hace años: amor libre, parejas o matrimonios abiertos, poliamor, etc. Todas tienen en común una relación no exclusiva y no posesiva entre las personas que participan de esta variedad de arreglos amorosos no reducidos a una dupla.

    Pero por siglos, disfrutar de los beneficios de no tener una única pareja fue un privilegio masculino. La cultura patriarcal autoriza e incluso alienta a los varones a tener relaciones sexuales fuera de la pareja. La flexibilidad en las parejas parece siempre una solicitud o una demanda de varones «necesitados» de una mayor frecuencia de relaciones sexuales, de prácticas sexuales que no estarían bien vistas dentro del matrimonio, del acceso a una variedad de cuerpos para no aburrirse, de la compañía no sujeta a ciertas exigencias, etc.

    Todo esto siempre ha sido prohibido, castigado o como mínimo muy mal visto en las mujeres. Incluso se considera que a las mujeres les «conviene más» y que se sienten más inclinadas a buscar y mantener la «seguridad» de una pareja monogámica, heterosexual y si es posible, para toda la vida. Y si no es posible, algo habrá hecho mal la susodicha para que él se vaya con otra.

    Relaciones abiertas, amistades con derechos, poliamores, son categorías desafiantes de esta concepción de la monogamia, ya sea estricta o en serie. Se las suele considerar relaciones «inseguras», en el sentido de que no hay un pacto de exclusividad ni «para toda la vida». Sin embargo, hay valores de fidelidad, compromiso y honestidad que diferencian a este tipo de relaciones de los amores más casuales.

    Uno de los valores más interesantes que encuentro al leer sobre el poliamor, es el de la negociación. Como este tipo de relaciones no vienen claramente definidas por defecto, dado que hay muchas variantes posibles, no queda otra que una negocación permanente entre los participantes para llegar a una mutua satisfacción. En las relaciones monogámicas damos muchas cosas por sentadas porque nos vienen dadas de antemano por modelos sociales, sin que las hayamos negociado ni elegido, y a veces no las queremos ni siquiera poner en cuestión. Nos quedamos entonces sin soluciones alternativas ante hechos tan comunes como enamorarse de otra persona. Incluso sucesos más «aceptables» como un cambio laboral, la aparición de obligaciones familiares, oportunidades de estudiar, viajar, etc., suelen afectar a un esquema de pareja en el que parecería que no hay mucho margen para negociar y por lo tanto, cambiar y adaptar. Y muy a menudo si las relaciones no cambian, mueren. Y a veces si no mueren, matan.

    Creo que si todas y todos viviéramos relaciones más negociadas y abiertas a la irrupción de cambios (incluida la llegada de nuevos afectos a la relación), estaríamos construyendo un mundo menos favorable a la violencia hacia las mujeres. Porque una mujer que no tiene que optar entre estar sola o mal acompañada, que tiene a su alrededor múltiples afectos y que puede compartir su sexualidad con quien quiera, con tanta frecuencia como quiera, es una mujer con menos chances de sufrir violenta y si fuera el caso, tendría más chances de sobrevivir a ella.

    Así como pasamos de la monogamia estricta y obligatoria a la actual aceptación de la monogamia en serie, en la que es posible dejar a tu pareja cuando ya no quieras seguir, puede ser muy positivo avanzar hacia la aceptación social de las relaciones poliamorosas (sin que esto signifique la obligación de tenerlas, por supuesto). En una sociedad con más modelos de pareja posibles sería inevitable que se cuestionen y deconstruyan los fundamentos machistas del modelo de pareja hegemónico. El sexo y la pareja monogáma serían una opción más para disfrutar de la vida, y cada vez menos, una trampa mortal.

  • El ingreso de Google en el Plan Ceibal: una mirada crítica (entrevista radial)

    Se conoció hace poco en Uruguay la noticia de que el «Plan Ceibal suma herramientas de Google para potenciar el trabajo de docentes y estudiantes». ¿Pero son las herramientas del gigante de la información las adecuadas para introducir mejoras en el Plan Ceibal y en la educación en general?

    La oferta de Google se materializa en un acuerdo con la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) y Ceibal. Mediante este acuerdo, los estudiantes de primaria y secundaria, tanto en educación pública como privada, accederán a cuentas de Gmail y Google Drive ilimitadas a través de Google Apps for Education. Este conjunto de herramientas de Google que se ofrece como producto a instituciones educativas, estará disponible gratuitamente para los estudiantes de Uruguay a través del Plan Ceibal.

    En estos días, varias voces críticas desde quienes trabajan en educación y tecnología han reaccionado frente a este supuestamente maravilloso acuerdo que lo soluciona todo. Nuevamente, una herramienta tecnológica específica, de una empresa específica, se presenta como una automática mejora de la educación en su globalidad y complejidad.

    Desde sus inicios, el Plan Ceibal apostó por trabajar junto con Antel (la empresa telefónica estatal), la Universidad pública, la comunidad del software libre, la comunidad educativa entusiasta de las TIC y muchos otros actores sociales, para crear un entramado de servicios, aplicaciones y soporte a un proyecto estratégico para el país. La enorme acogida que tuvo Ceibal, convertido en una bandera de inclusión digital, social y educativa, tenía que ver, en mi opinión, con un proyecto que podía empujar desarrollos más ambiciosos que la mera distribución de laptops. Y las primeras laptops que se entregaron -las XO que aquí llamamos «ceibalitas»- son mucho más que unas máquinas compradas mediante licitación al mejor oferente. XO y el sistema operativo Sugar representaron una oportunidad de encarar el proyecto Ceibal desde una perspectiva independiente de las corporaciones y más cercana a la soberanía tecnológica.

    Con el correr del tiempo, vimos que no había desde Ceibal una política definida en cuanto a libertad de software, soberanía tecnológica o recursos educativos abiertos. Hay iniciativas, sí, pero que conviven y compiten con sus opuestos basados en software y contenidos privativos. La política de Ceibal es la prestación de un servicio tecnológico a la educación, sin mayores definiciones ideológicas o políticas. Y quien crea que esas definiciones no afectan a la tecnología, se equivoca.

    Hoy, tras casi una década, vemos ingresar en el Plan Ceibal a la más gigantesca de las corporaciones tecnológicas. Si creemos que esta movida aparentemente conveniente para el país y altruista por parte de la empresa, es únicamente un desinteresado aporte, otra vez nos equivocamos. Como el propio Miguel Brechner -presidente de Ceibal- lo ha dicho, no se ve con  malos ojos que Google participe de licitaciones para la compra de laptops. Sus Chromebooks, que están diseñadas para funcionar conectadas permanentemente con los servicios online de Google para lo cual hay que tener sí o sí una cuenta de Gmail, podrían ser la próxima generación de ceibalitas. De hecho, Google ya identificó que el principal mercado para sus portátiles es el sector educativo.

    Con esta opción, se da un paso en la dirección opuesta respecto de la soberanía tecnológica en el Plan Ceibal. Además, se permite que sea Google quien defina, desde su «nube», las tecnologías que usarán nuestros estudiantes. Sin mencionar que esta empresa, con sede en Estados Unidos, será la encargada de manejar toda la información de alumnos y docentes que usen su plataforma, aunque el presidente de Ceibal admite desconocer qué se haría con estos datos.

    Sobre estos dos problemas: el de la soberanía tecnológica y el del control de los datos personales, hablo en la entrevista que me hicieron desde Radiolugares Carmelo.

     

  • Jarmusch: la autenticidad del robo

    Me sorprendió el manifiesto de Marina Abramovic sobre «la conducta del artista en su vida», porque entre otras Marina dice «un artista no debe robar ideas a otro artista». Mucho menos sorprendente y mil veces más lógica, es esta idea de Jim Jarmusch sobre la importancia del robo en el arte.

  • El Día del Libro y punto

    Me crié en Uruguay, en donde el Día del Libro se festeja el 26 de mayo en conmemoración de la apertura de la primera biblioteca pública, en 1816. La idea de crear una biblioteca fue de Dámaso Antonio Larrañaga y Artigas respaldó la propuesta con aquello de «sean los orientales tan ilustrados como valientes». Así se creó la Biblioteca Nacional. Es lindo pensar que esto sucedió antes de que existiera realmente lo que hoy conocemos como República Oriental del Uruguay y que en aquel entonces era algo bien distinto, en pleno proceso revolucionario.

    Por muchos años, para mí ese era «el día del libro», tal como nos enseñaban en la escuela. Dada la semejanza en las fechas (pero con un mes y días de diferencia), y tal vez por la fuerza inapelable con la que ciertas verdades aprendidas en la escuela se conservan en el imaginario, por bastante tiempo confundí esta celebración con el festejo internacional del 23 de abril. Pero algo no me cerraba en el motivo: «Día Internacional del Libro y del Derecho de Autor«. Claro, ahí aparecía algo de lo que no tenía recuerdo. Por un tiempo pensé que a la celebración que yo consideraba «del libro» a secas, le habían agregado «y de los derechos de autor» y me venía preguntando cuándo había pasado eso.

    Y es que el 23 de abril es el día elegido por la UNESCO para -a pedido de la Unión Internacional de Editores- promover la lectura, la industria editorial y la «protección» de la propiedad intelectual. No es el día de las personas que leen y escriben, ni el de la literatura, ni el de las bibliotecas, ni el de las comunidades que comparten libros. Es el día de «el libro» como producto de la industria editorial y el día para promover la lectura como fuerza de consumo de esa industria. No es extraño, entonces, que también sea el día «de los derechos de autor», es decir, el día internacional de la obediencia a las reglas que nos prohíben usar los libros sin autorización. Con usar, me refiero no sólo a la lectura individual, sino, fundamentalmente, a hacer copias, traducciones, adaptaciones, lecturas y préstamos al público, remezclas y reinvenciones. Es decir, todos los usos sociales de los libros.

    Cuanto más draconiano se vuelve el derecho de autor, se nos va haciendo más necesario reivindicar el «derecho a leer», y de eso habló mi amiga Scann en su excelente artículo ¿Por qué un Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor? Scann piensa que verse en la obligación de defender el derecho a leer es algo muy triste, porque es como defender el derecho a respirar, el derecho a cagar, o el derecho a cualquier cosa intrínseca a nuestra naturaleza como humanos.

    Por suerte, me quedo tranquila de que acá el 26 de mayo sigue siendo el día en que nos acordamos que debemos ser tan ilustrados como valientes y que para eso hacen falta bibliotecas como la que creó Larrañaga con apoyo de Artigas. El 26 de mayo es «el» día del libro, y el 23 de abril es el día trucho, aunque lo diga la UNESCO. A menos que estemos hablando del Diada de Sant Jordi, que en Cataluña se festeja desde mucho antes y que sirve para regalar libros y rosas.

    Y para finalizar, me copio este párrafo maravilloso del post de Scann:

    «La UNESCO no nos va a invitar a reflexionar sobre una actividad que amamos hacer, como leer, sobre una actividad que necesitamos imperiosamente compartir con otros porque sólo en el intercambio cobra sentido. Sólo rompiendo el encanto del fetiche podemos entender que lo importante es que hay alguien que está leyendo. Hoy, ahora. Y que no importa si compró el libro, si se fue a una biblioteca pública, si se lo prestaron o si lo bajó de Internet. Porque lo importante es que lo está haciendo. Hay alguien que está haciendo que esa fuerza viva inscripta hace miles de años en un pedazo de soporte tan efímero como la vida misma, tan poco relevante como la puerta de un baño, vuelva a tener su sentido cada vez que unos ojos, otra vez, vuelven a volverlo a la vida, a entablar un diálogo, a invitarlo a conversar. Si el soporte es un pedazo de arcilla o una combinación extraña de electricidad y bytes, es lo de menos.»

  • autores.uy

    autores.uy

    perfil twitter autoresuy

    La base de datos autores.uy es uno de los proyectos más ambiciosos que estamos desarrollando con el equipo de Creative Commons Uruguay. Hasta el momento tenemos ingresados 4811 autores y 223 obras en dominio público, aunque nuestro objetivo es abarcar el universo de casi 40.000 autores y autoras que estimamos han nacido y/o trabajado en Uruguay.

    ¿Por qué una base de datos de estas características?

    Una base de datos de autores del Uruguay sirve para sistematizar la información que antes estaba dispersa o no accesible sobre los autores y las obras intelectuales uruguayas. Es importante contar con datos confiables y actualizados que permitan a docentes, investigadores, aficionados al arte y cualquier otra persona interesada en el patrimonio cultural uruguayo, consultar y reutilizar la información sobre las obras y autores que forman nuestro acervo cultural común.

    Desde que comenzó, hace pocos meses, el proyecto ha avanzado muchísimo. Hoy contamos con estadísticas y visualizaciones de datos para explorar la producción intelectual uruguaya. Estamos agregando fuentes y sumando obras escritas en dominio público, muchas de las cuales se están digitalizando por primera vez.

    Algunas de las últimas innovaciones en el sitio vienen por el lado del diseño, con una nueva portada con distintos bloques de contenidos y un nuevo logo.

    Pero además, estamos analizando la información cargada en la base, lo que nos permitió establecer cuáles hubieran sido las consecuencias de aumentar en 20 años los plazos de restricción por derecho de autor, tal como se propuso en el 2013. Si aquella reforma se hubiera aprobado, hoy tendríamos un dominio público reducido en un 35%. Y si dividimos el universo de autores por sexo, hubiera sucedido que el 59% de las obras creadas por mujeres hubiera pasado a dominio privado.

    En próximos estudios vamos a hacer un poco de futurología: vamos a analizar la cantidad de obras «huérfanas» con las que contamos y que podrían estar disponibles si se aprobara una reforma del copyright pensada para proteger, en lugar de reducir, el patrimonio común.

     

  • ¡Nuevo collage!

    ¡Nuevo collage!

    zambullida al universo paralelo 3
    «Zambullida en el universo paralelo».

    Mariana Fossatti, 2015.

    Collage digital realizado en Gimp con imágenes de dominio público.

  • Entrevista en Radiolugares: la cultura digital en Uruguay

    El martes 24 de marzo los amigos de Radiolugares, de Carmelo, Uruguay, me realizaron una entrevista radial. La conversación se inició con un repaso de las actividades online que realizamos en Ártica. Además charlamos sobre otros temas, como el software libre, la reforma del derecho de autor y Creative Commons Uruguay. Les compartimos el audio de la entrevista.

    Nota con Mariana Fossatti de Artica 2.0 by Radiolugares on Mixcloud