Collage con foto de Rosario Bléfari sobre costa del mar. Frase: Viento helado voy al viento.
Rosario Bléfari. Collage de Madame Butterfly

Después de leer esta idea de Rosario Bléfari en su «Diario de la dispersión» me quedé pensando en mis propios métodos.

…un posible método propio de quehacer artístico, una forma de hacer las cosas que me interesan que consiste en abordarlas todas al mismo tiempo, empezando y abandonando, continuando, atendiendo, cruzando, avanzando y descartando, y también haciendo caso omiso de las fronteras que separan aquellos asuntos que tienen puerto asegurado (…) de los otros actos que son hijos de la dispersión liberada y que ya no se sabe si son artesanía, manualidad, decoración, entrenamiento, ejercicio, boceto, prueba o error.

Esta frase me resonó mucho porque desde hace tiempo vengo pensando en el tema de la productividad y esta idea de Bléfari me pareció muy cuestionadora de ciertos mandatos de productividad capitalista.

Estoy pasando por una época de mucho trabajo. Las jornadas son largas y cansadoras, pero siempre quedan tareas pendientes relegadas, a las que se suma un sinfín de nuevas ideas. Tengo que gestionar una multiplicidad de temas abiertos y proyectos en curso. A pesar de esta multiplicidad, hay una fantasía de dedicación total, de concentración plena y eficaz. Si estuviera 100% del tiempo dedicada a algo, profundizando, ¿no sería eso el ideal de una vida creativa?

Para lidiar con la multitarea y al mismo tiempo enfocarme, me vino una afición por estudiar métodos de productividad, algunos de los cuales probé y sigo probando y adaptando a mi forma de trabajar. Forma de trabajar que es irremediablemente dispersa. Pero a partir de esta ideas de Rosario Bléfari empecé a pensar en la dispersión no como un defecto, sino como un método, tal como ella propuso.

La dispersión, el método de Bléfari, implica tener muchos procesos abiertos y una vez abiertos, soltarlos para que se dispersen, se desacomoden y se reacomoden orgánicamente. Esto me pasa mucho con los collages y puede que sea algo común entre collagistas (como lo era también Rosario). Eso me lo revelaron estos fragmentos de otra de las entregas del diario de la dispersión:

Pude estar un rato largo después con los collages que había dejado empezados hace un mes, un mes sin tocarlos, un mes que estuvieron apilados en la habitación fría. No tenía ganas de hacer nada con ellos, no por algo en especial, sino porque no encontraba su momento y al estar apilados no los veía…

Los collages todos desplegados sobre la cama de la habitación recuperada. La estufa encendida. Estudio, escribo, escribo y estudio. Quiero a la vez tocar la guitarra y ver una película, y escribir algo más en el papiro de los cuentos, tengo muchas ideas, el estudio me da muchas ideas, quiero probar cosas, pero no me alcanza el tiempo, quiero hacer todo a la vez y no se puede, se me acelera el corazón. Descansar me duele. Si me quedo mucho tiempo quieta en la cama leyendo o en el sillón al ver una película mi cuerpo se resiente. No elijo no descansar, no puedo hacerlo.

Creo que el collage tiene mucho para enseñar sobre la dispersión como método. En el collage hay que saber que varias cosas van a quedar perdidas e inconclusas en la dispersión. La exigencia de productividad creativa, y al mismo tiempo el hecho de no poder concretar proyectos, me cansa y a veces hasta me angustia. Pero el método de la dispersión no es únicamente una forma de lidiar con la culpa por la inconstancia, la inconsistencia o la escasa productividad de determinado día o período. Se trata de aceptar que no todo tiene un «puerto asegurado» y que eso está bien. Rosario apuntaba a «abrazar la dispersión» pero no pasivamente, sino atenta a los fragmentos que emergen y que se pueden «reservar y apartar» (operación básica en el collage):

…formas detectables, núcleos que prometen arborizarse, estirarse, desviarse, asociarse, incluso en algunos casos desintegrarse generando nuevos fragmentos. Mucho quedará quién sabe dónde o cómo, mucho se perderá, no es posible de todo hacer algo, es ahí donde me mantengo atenta porque el abismo existe también, y reservar y apartar me permite sostener lo que se distingue con mayor nitidez sin perderlo de vista.

La dispersión es una metodología que me resulta familiar aplicada al collage, pero en los últimos tiempos pienso que la puedo llevar también al trabajo y al ocio. Es transitar por esa ciclotimia cotidiana, como lo hacía Rosario, y no sentir tanta culpa.

Collage de Rosario Bléfari en Ramona.

Cuando hago todo al mismo tiempo y me dejo llevar ¿aparecen voces que juzgan, sugieren o critican? Sí, pero soy yo y hablo con ellas, les respondo con un movimiento de mis fichas, o las dejo conversarme sin tomarlas del todo en cuenta. Compañía en todo caso, no molestan…

No se trata de hacer una “obra”, me considero aficionada siempre, o mejor dicho ni pienso en eso porque esto no tiene nada que ver. En esta instancia hay como una especie de feria construida por mí. Por las noches largas y durante el día si entro a descansar o a buscar algo en la habitación, es como una kermesse para mí sola, por la que voy pasando por los distintos puestos y puede que además de mirar, haga algo un rato en cada uno, alguna modificación, o un descarte (un puesto se cierra y lo reemplaza otro).

Hacerme amiga de la dispersión, detenerme un rato en cada puesto de la kermesse, hacer «alguna modificación, o un descarte». Eso me está cambiando la rutina de los últimos días. Siento menos culpa por las tareas pendientes y los proyectos inconclusos y, paradójicamente, me siento más productiva. Nada más lejos de mi intención que dar recetas de productividad. Pero está emergiendo una suerte de metodología que me está funcionando por estos días y que quizás se vaya convirtiendo en mi propia dispersión metódica.

Tengo muchas cosas para hacer y todas me están llamando, porque necesitan ser hechas. Está difícil priorizar racionalmente. Así que opto por buscar otras formas de priorizar. Ya que todo reclama ser hecho al mismo tiempo y eso no es posible, entonces decido hacer algo cuando tengo ganas de hacerlo y por lo tanto, decido no hacer lo que no tengo ganas en ese momento. En otro momento este orden podría ser distinto.

Me permito darle inicio a nuevos proyectos sin la angustia de que a muchos no los voy a realizar. Que queden sin terminar, tal vez, pero que no queden en el tintero. Bocetos y pruebas aportan y acumulan. Nunca son descartables, antes bien, son reutilizables.

Puedo no completar proyectos, pero sí completar tareas. Hacerlas de a una y parar. Hacer pausas. Bastantes pausas cortas y alguna pausa más larga. Pausa significa distender la atención, distraerme de lo que estaba haciendo aunque me tenga muy concentrada. Forzarme a cambiar la posición del cuerpo y el foco de la mente. No esperar a sentirme perdida e inútil para abandonar frustrada. Dejarlo un poquito antes, cuando todavía no perdí del todo las ganas, sabiendo que puedo volver. Volver a las cosas sin grandes expectativas de terminarlas, pero sí de dar un paso más.

Collage de Rosario Bléfari en Ramona.

También empecé a aceptar las interrupciones. Las interrupciones me estaban causando mucha frustración. Estoy intentando abrirles la puerta sin irritarme, hacerle lugar a lo que las interrupciones me proponen, pero al mismo tiempo ser consciente de que son demandas externas y que tengo que decidir si quiero y puedo tramitarlas ahora. Esto implica seguir aprendiendo a decir que no, y cuando no puedo, aprender a decir que ahora no pero que podré en determinado plazo.

Casi todos los días intento empezar con una lista de tareas. Antes las escribía en un bloc de papel, ahora en una aplicación de la computadora, pero las dos cosas sirven. La aplicación no tiene que hacerme la vida más complicada, no quiero usarla para construir todo un sistema.

De lo que tengo que ser más consciente es de la complejidad de las tareas, para simplificarlas. La de hoy tiene que ser una lista corta, simple y honesta. Intento no sentirme mal por posponer tareas, pero trato de hacerlo conscientemente.

Simplemente limpiar mi lista del día, trasladar lo que hoy no se pudo hacer y ya veré mañana.