Hace un tiempo, mi amigo Yamandú Cuevas me envió un artículo publicado en El Mundo (España) que se titulaba «La CIA financió el arte abstracto para luchar contra el comunismo«.
En el artículo se hablaba de cómo «la promoción de artistas como Pollock o Motherwell fue utilizada para dar una imagen de libertad en EEUU» en la década de 1950. Esto fue estudiado por la investigadora británica Frances Stonor Saunders y publicado en un libro que al parecer desató bastante polémica:»La CIA y la guerra fría cultural».
Quizás esta idea de los agentes de la CIA utilizando el arte para tales fines nos pueda causar rechazo en sí misma.Pero no fue solamente saber de la existencia de un aparato de propaganda cultural manejado por la CIA lo que me impactó.
El artículo de El Mundo explica que la intención de la CIA era «reunir a todos los escritores, músicos y artistas para demostrar que Estados Unidos estimulaba la libertad de expresión y el avance intelectual sin ningún tipo de barreras como las que existían en la Unión Soviética». Creo que esta iniciativa no demostró ni dejo de demostrar nada acerca de los Estados Unidos, pero en definitiva sí que terminó «estimulando la libertad de expresión y el avance intelectual». O sea, si dejamos de lado su intención de «demostrar», cumplieron con el resto de la intención. Cosa contraria, si las hay, a las verdaderas intenciones de un organismo como la CIA, por sus propia naturaleza.
Saunders dice: «De nuevo nos encontramos con esa sublime paradoja de la estrategia americana en la guerra fría cultural: para promover la aceptación del arte producido en [y cacareado como expresión de la] democracia habría que salvar el escollo del propio proceso democrático».
Lo malo para ellos y lo bueno para nosotros es que en definitiva lo lograron, estimularon la libertad creativa (bueno, estimularon a los artistas, y ellos estimularon esa libertad a través de sus obras), sin que esto haya tenido nada que ver con la caída de la URSS y sin ningún desmerecimiento para el arte estimulado por el otro bando (realismo socialista, que algo habrá aportado).
Sin embargo, para el lector actual de estas informaciones, es terrible sentir que la CIA haya podido influir de alguna manera en el amor que tenemos hoy día por genios como el de Pollock. Te angustia que te hayan «estimulado» una libertad que para vos era tan natural como el aire que se respira. Entonces entrás a sospechar de esa (quizás mal llamada) libertad y te convertís en una CIA de vos mismo, y te entrás a vigilar para no ser «engañado» por la CIA o por cualquier otro agente que te quiera estimular el gusto por algo con la intención de que dejes de ver otra cosa, por pasar ésta desapercibida.
Es una paradoja tremenda, te enloquece como la lata de pulidor Bao (esa que mostraba una ronda de personas bailando alrededor de una lata de pulidor Bao, que contenía a su vez otra ronda y otra lata, y así, suponemos, hasta el infinito). Solamente pensar en eso da vértigo. Es mucho más maquiavélico de lo que parece, y nada tiene que ver con el discurso propio del expresionismo abstracto, o del realismo socialista, sino con los mecanismos de control utilizados por el podar para mostrar/ocultar, partes de la realidad y definir «lo real» en cuestión.
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