Que tomates, que lechugas, que tortas de frutilla. Cada vez que leo declaraciones de los defensores de la sagrada propiedad intelectual, me entra hambre. Me dan ganas de correr hacia la heladera, o mejor hacia la biblioteca, para leer lo más rápido posible todos esos libros que todavía no leí, antes de que alguien los copie y… ¡desaparezcan!
Eh… ¿Qué? ¿Que son bienes intangibles, de consumo no excluyente y no rival? O sea… ¿si un libro me lo bajo de Internet, o me lo fotocopio, el original sigue EXISTIENDO? Así, como se ve en este diagrama:
Bueno, me encantaría que pasara lo mismo con los comestibles y las bebidas. Pero no, no hay caso, después de que en mi casa nos terminamos un litro de leche, tenemos que ir a comprar otro.
Pero es que a lo mejor Alicia Guglielmo no leyó suficientes fotocopias como para saber eso. Bueno, entonces para ella y para tantos otros lectores con remordimientos, les dejo este brillante artículo de David Bravo: «El botón que copia los tomates». No, no se gasta con la lectura, está en pdf.
Porque fotocopiar no es lo mismo que robar panaderías. Porque si llegamos a esa horrible conclusión, es debido a que las infracciones al derecho de autor son consideradas delitos penales, y a lo mejor nos acostumbramos a la idea. ¿No será mejor reformar una obsoleta ley de derechos de autor que nos hace a todos delincuentes? Y para tranquilidad de los autores y pro-autores que estén leyendo esto, no hablo de abolir sus derechos, sino de armonizar la regulación del copiado con la práctica social corriente. La misma práctica social que hace que la gente lea, que los lea.
¿No será hora de pensar en otro modelo editorial, más justo, más solidario para con los estudiantes? Sí, el mismo modelo que inspiró en su origen a la Fundación de Cultura Universitaria. Porque si tenemos más estudiantes secundarios y universitarios, si tenemos más profesionales, más gente trabajando con el intelecto y el saber, vamos a tener una cultura del libro más importante, más viva, con más lectores y escritores. Y no me cabe la menor duda de que actualmente las fotocopias, a falta de un medio legal mejor, ayudan a que esa cultura exista.
Ahora, si cerramos locales de fotocopiado, detenemos a su personal y procesamos a sus dueños, bueno, tal vez por algunas semanas no se saquen tantas fotocopias. A los estudiantes les bastarán los amigos, los pendrives y los cybercafés para ir consiguiendo el material para el próximo parcial.
21/11/2013 at 08:03
Buen apunte en tu post. A esto solo quiero agregar con respecto al ultimo episodio de cierre de centros de fotocopiado frente a la Universidad, gracias a la denuncia de la Fundacion de Cultura Universitaria.
Que paradoja no? En la epoca que mi padre estudió era la misma Fundacion que vendia librillos con los extractos de los distintos autores con los temas de estudio. En definitiva, fotocopiaban los textos, armaban el librillo y lo vendian.
Eso estaba bien? Que cambio de esa epoca a hoy? Si, ya se … ahora no lo venden ellos y no les es redituable.
Saludos