Categoría: Pensamiento

  • Por tanto, cojo la imagen, ya que existe

    Godard, quien piensa que el autor no tiene tanto derechos, como deberes, me explica qué es el collage.

    En esta nota cuenta cómo citó, o más bien reutilizó y resignificó, imágenes de otras películas en su última obra: Film Socialiste. Entre otros, tomó extractos de Les Plages d’Agnès una preciosísima película de Agnès Varda.

    Agnès también tiene ánimo de collage en sus películas.

    Le preguntan a Godard:

    -¿Por qué prefiere utilizar imágenes de Varda para expresar la paz en Oriente Medio a rodar usted sus propias imágenes?
    -Me pareció que la metáfora en la película de Agnès estaba muy bien.

    -Pero ella no le dio ese significado…
    -No, por supuesto. Soy yo quien lo construye recontextualizando esas imágenes. En ningún momento pensé en ser fiel a ese sentido original. Simplemente, esas imágenes me parecieron perfectas para lo que yo quería decir. Si los israelíes y los palestinos montaran un circo e hicieran un número de trapecio juntos, las cosas serían muy distintas en Oriente Medio. Estas imágenes muestran para mí un acuerdo perfecto, exactamente lo que yo quería expresar. Por tanto, cojo la imagen, ya que existe.

  • La técnica del rapid-collage

    La técnica del rapid-collage

    No es una técnica muy conocida, de hecho la acabo de inventar por la circunstancia de tener que hacer trabajos muy precisos y rápidos, para fines bien concretos.

    Esta técnica consiste en crear significados potentes, fuertes, directos, con poquitísimos elementos y ayudándose mucho de las herramientas digitales. Léase: cajita de recortes digitales, Google imágenes, Flickr y Photoshop. Los resultados son menos sofisticados, si se quiere, pero no dejan de ser arísticos.

    He aquí dos muestras:

    Affiche díptico creado para el recital de María Suárez Grupo, música, compositora y excelente cantante, residente en Cipolletti, Río Negro, Argentina.

    Ilustración para el cuento «El abanderado», de Jorge L. Gemetto (la definición es irremediablemente mala pero le da un toque impresionista).

    En estos trabajos utilizo fotos originales tanto como imágenes tomadas de Flickr (Galerías de El Bibliomata y Playingwithbrushes) y algunas búsquedas erráticas por la web.

    Escribo este post sobre el rapid-collage un poco como una autocrítica: de alguna manera esto de rapid  suena a McDonald´s. Pero también rescato el descubrimiento de cierto oficio y de cierta acumulación de recursos estéticos y técnicos que para algunas cosas pueden servir (sobre todo si las creaciones se necesitan para ayer).  Pero no es la idea decir que ahora tengo más «oficio» que antes. En realidad, lo que me encanta de esto es aprender a valerme de la remezcla, del remix, del apoyo en recursos creados por otros y compartidos por la comunidad en las redes de creadores a través de Internet. Me siento una afortunada recolectora en un rico mundo de texturas, tipografías, imágenes, ideas.

    En fin, todo está inventado, no vamos a pretender «crear» desde cero, y de eso se trata este proceso de rapid-collage basado en la cultura del remix.

  • Veinte años de Twin Peaks

    La serie televisiva Twin Peaks cumple veinte años. Encontré este motivo de celebración en el blog de cine Tanta bondad, muy bien escrito por el joven crítico Hernán Schell.

    El artículo comenta algunos aspectos poco conocidos de esta fascinante serie-objeto de culto popular, creada por David Lynch y Mark Frost, y analiza las cinco diferencias fundamentales que la distinguen de otros productos televisivos de aquel entonces y de siempre. Recomiendo su lectura y les dejo un mínimo fragmento de una de mis partes favoritas, donde se puede observar claramente lo limado y genial que es este señor Lynch.

  • La creación y la cultura del remix

    A veces me pregunto por qué hago collage. Por momentos, pienso que es porque no sé «dibujar correcto» como para crear obras totalmente nuevas a la altura de mis fantasías, y entonces me dedico a hacer lo mejor posible con mis figuritas. Pero al final me doy cuenta que tomar imágenes creadas vaya a saber cuándo y dónde y por quien y pegarlas todas juntas en una composición que yo elijo, es un trabajo que me complace enormemente en sí mismo.

    He visto varias discusiones en Internet sobre el arte de collage y el problema que implicaría el uso de imágenes que podrían tener restricciones de derechos de autor. Ninguna de esas discusiones finalmente me ha limitado para usar las imágenes que me interesan. Sería un trabajo muy arduo pedir permiso uno por uno a los propietarios de los derechos. Pero si alguien se siente atropellado, me puede pedir que retire las imágenes usadas. Honestamente lo intentaré, pero el problema es que uso un pegamento muy bueno.

    Pero por otro lado, el hecho mismo de la remezcla, el remix, es un recurso que se está usando y difundiendo cada vez más. Hay obras que no podrían existir sin ese principio. Obras derivadas de material creado, usado, visto, conocido, pero que no dejan de ser originales (la «originalidad», una idea muy nueva en la historia del arte, pero ya vieja).

    Esta es la cultura del remix, que quizás para nosotros es un poco extraña, pero que en otros lugares no lo es tanto. Por ejemplo, en Japón, este remix cultural se expresa en el fenómeno del doujinshi, que consiste en la remezcla de historias y personajes del manga. Los autores del doujinshi llegan a ser casi tan famosos como los autores de los cómics originales. Se encuentran con el público en grandes festivales anuales, y no sufren ninguna clase de persecución por parte de la industria del manga.

    Otro ejemplo interesantísimo es la obra de Pogo, que conocí a través de El Caparazón. Pogo es un artista australiano de 20 años que mezcla pistas de audio y partes de películas populares, como Alice in Wonderland, de Disney. Lo hace porque admira esas obras y desea continuar disfrutandolas, o mejor dicho, «prolongarlas» de una manera tan lógica como extraña para muchos: crear obras nuevas a partir de aquellas. Y tiene un éxito enorme en YouTube, quizás porque sus seguidores aprecian que alguien les haga ver esas obras de una forma nueva.

  • La CIA y el expresionismo abstracto

    Hace un tiempo, mi amigo Yamandú Cuevas me envió un artículo publicado en El Mundo (España) que se titulaba «La CIA financió el arte abstracto para luchar contra el comunismo«.

    En el artículo se hablaba de cómo «la promoción de artistas como Pollock o Motherwell fue utilizada para dar una imagen de libertad en EEUU» en la década de 1950. Esto fue estudiado por la investigadora británica Frances Stonor Saunders y publicado en un libro que al parecer desató bastante polémica:»La CIA y la guerra fría cultural».

    Quizás esta idea de los agentes de la CIA utilizando el arte para tales fines nos pueda causar rechazo en sí misma.Pero no fue solamente saber de la existencia de un aparato de propaganda cultural manejado por la CIA lo que me impactó.

    El artículo de El Mundo explica que la intención de la CIA era «reunir a todos los escritores, músicos y artistas para demostrar que Estados Unidos estimulaba la libertad de expresión y el avance intelectual sin ningún tipo de barreras como las que existían en la Unión Soviética». Creo que esta iniciativa no demostró ni dejo de demostrar nada acerca de los Estados Unidos, pero en definitiva sí que terminó «estimulando la libertad de expresión y el avance intelectual». O sea, si dejamos de lado su intención de «demostrar», cumplieron con el resto de la intención. Cosa contraria, si las hay, a las verdaderas intenciones de un organismo como la CIA, por sus propia naturaleza.

    Saunders dice: «De nuevo nos encontramos con esa sublime paradoja de la estrategia americana en la guerra fría cultural: para promover la aceptación del arte producido en [y cacareado como expresión de la] democracia habría que salvar el escollo del propio proceso democrático».

    Lo malo para ellos y lo bueno para nosotros es que en definitiva lo lograron, estimularon la libertad creativa (bueno, estimularon a los artistas, y ellos estimularon esa libertad a través de sus obras), sin que esto haya tenido nada que ver con la caída de la URSS y sin ningún desmerecimiento para el arte estimulado por el otro bando (realismo socialista, que algo habrá aportado).

    Sin embargo, para el lector actual de estas informaciones, es terrible sentir que la CIA haya podido influir de alguna manera en el amor que tenemos hoy día por genios como el de Pollock. Te angustia que te hayan «estimulado» una libertad que para vos era tan natural como el aire que se respira. Entonces entrás a sospechar de esa (quizás mal llamada) libertad y te convertís en una CIA de vos mismo, y te entrás a vigilar para no ser «engañado» por la CIA o por cualquier otro agente que te quiera estimular el gusto por algo con la intención de que dejes de ver otra cosa, por pasar ésta desapercibida.

    Es una paradoja tremenda, te enloquece como la lata de pulidor Bao (esa que mostraba una ronda de personas bailando alrededor de una lata de pulidor Bao, que contenía a su vez otra ronda y otra lata, y así, suponemos, hasta el infinito). Solamente pensar en eso da vértigo. Es mucho más maquiavélico de lo que parece, y nada tiene que ver con el discurso propio del expresionismo abstracto, o del realismo socialista, sino con los mecanismos de control utilizados por el podar para mostrar/ocultar, partes de la realidad y definir «lo real» en cuestión.