Hace poco vi el episodio sobre el desnudo femenino en el arte del popular programa de TV de la BBC, «Modos de ver» (1972), creado por el crítico John Berger. En ese episodio, Berger explica de qué manera los cuerpos de las mujeres se objetivizan en el arte. Por eso me impactaron tanto las esculturas desnudas y semi-desnudas de Gundi Dietz, ceramista austríaca nacida en 1942

Berger explica que, en el desnudo artístico, por lo general el cuerpo de la mujer es el objeto que se contrapone a la mirada del pintor y del espectador. Espectador que generalmente es un hombre poderoso dueño de la pintura. Pintura destinada a complacer los deseos privados vouyeristas de ese hombre. Pero en el programa no sólo se muestra cómo la mirada masculina objetiviza a las mujeres, sino cómo las mujeres mismas lo hacemos, al imaginarnos como objetos de esa mirada.

Días después de ver el programa me encuentro con las esculturas desnudas y regordetas de Dietz. Estas figuras femeninas de porcelana son cautivadoras, pero su seducción nada tiene que ver con lo que normalmente se entiende por un cuerpo seductor. Estos cuerpos de porcelana blanca intervenidos con manchas y rasguños son a la vez delicados y toscos, lo que los hace encantadoramente tiernos y humanos. Representan a mujeres ensimismadas, tal vez serenas, tal vez melancólicas, que parecen mirar hacia su interior.

Y pensando en lo que decía Berger, esa mirada ensimismada es una actitud extraña en una imagen femenina desnuda, siempre (de)pendiente de una mirada ajena y ansiosa de captarla. La crítica chilena Esperanza Rapport observó, curiosamente, que las figuras de Dietz «carecen de mirada; los ojos del espectador se mueven sobre la escultura sin ser capturados por ella».