Se conoció hace poco en Uruguay la noticia de que el «Plan Ceibal suma herramientas de Google para potenciar el trabajo de docentes y estudiantes». ¿Pero son las herramientas del gigante de la información las adecuadas para introducir mejoras en el Plan Ceibal y en la educación en general?

La oferta de Google se materializa en un acuerdo con la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) y Ceibal. Mediante este acuerdo, los estudiantes de primaria y secundaria, tanto en educación pública como privada, accederán a cuentas de Gmail y Google Drive ilimitadas a través de Google Apps for Education. Este conjunto de herramientas de Google que se ofrece como producto a instituciones educativas, estará disponible gratuitamente para los estudiantes de Uruguay a través del Plan Ceibal.

En estos días, varias voces críticas desde quienes trabajan en educación y tecnología han reaccionado frente a este supuestamente maravilloso acuerdo que lo soluciona todo. Nuevamente, una herramienta tecnológica específica, de una empresa específica, se presenta como una automática mejora de la educación en su globalidad y complejidad.

Desde sus inicios, el Plan Ceibal apostó por trabajar junto con Antel (la empresa telefónica estatal), la Universidad pública, la comunidad del software libre, la comunidad educativa entusiasta de las TIC y muchos otros actores sociales, para crear un entramado de servicios, aplicaciones y soporte a un proyecto estratégico para el país. La enorme acogida que tuvo Ceibal, convertido en una bandera de inclusión digital, social y educativa, tenía que ver, en mi opinión, con un proyecto que podía empujar desarrollos más ambiciosos que la mera distribución de laptops. Y las primeras laptops que se entregaron -las XO que aquí llamamos «ceibalitas»- son mucho más que unas máquinas compradas mediante licitación al mejor oferente. XO y el sistema operativo Sugar representaron una oportunidad de encarar el proyecto Ceibal desde una perspectiva independiente de las corporaciones y más cercana a la soberanía tecnológica.

Con el correr del tiempo, vimos que no había desde Ceibal una política definida en cuanto a libertad de software, soberanía tecnológica o recursos educativos abiertos. Hay iniciativas, sí, pero que conviven y compiten con sus opuestos basados en software y contenidos privativos. La política de Ceibal es la prestación de un servicio tecnológico a la educación, sin mayores definiciones ideológicas o políticas. Y quien crea que esas definiciones no afectan a la tecnología, se equivoca.

Hoy, tras casi una década, vemos ingresar en el Plan Ceibal a la más gigantesca de las corporaciones tecnológicas. Si creemos que esta movida aparentemente conveniente para el país y altruista por parte de la empresa, es únicamente un desinteresado aporte, otra vez nos equivocamos. Como el propio Miguel Brechner -presidente de Ceibal- lo ha dicho, no se ve con  malos ojos que Google participe de licitaciones para la compra de laptops. Sus Chromebooks, que están diseñadas para funcionar conectadas permanentemente con los servicios online de Google para lo cual hay que tener sí o sí una cuenta de Gmail, podrían ser la próxima generación de ceibalitas. De hecho, Google ya identificó que el principal mercado para sus portátiles es el sector educativo.

Con esta opción, se da un paso en la dirección opuesta respecto de la soberanía tecnológica en el Plan Ceibal. Además, se permite que sea Google quien defina, desde su «nube», las tecnologías que usarán nuestros estudiantes. Sin mencionar que esta empresa, con sede en Estados Unidos, será la encargada de manejar toda la información de alumnos y docentes que usen su plataforma, aunque el presidente de Ceibal admite desconocer qué se haría con estos datos.

Sobre estos dos problemas: el de la soberanía tecnológica y el del control de los datos personales, hablo en la entrevista que me hicieron desde Radiolugares Carmelo.